Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
¿POR qué estás lejos, oh Jehová, Y te escondes en el tiempo de la tribulación? Con arrogancia el malo persigue al pobre: Serán cogidos en los artificios que han ideado. Por cuanto se alaba el malo del deseo de su alma, Y bendice al codicioso ó quien Jehová aborrece. El malo, por la altivez de su rostro, no busca á Dios: No hay Dios en todos sus pensamientos. Sus caminos son viciosos en todo tiempo: Tus juicios los tiene muy lejos de su vista: Echa bocanadas en orden á todos sus enemigos. Dice en su corazón: No seré movido en ningún tiempo, Ni jamás me alcanzará el infortunio. Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude: Debajo de su lengua, vejación y maldad. Está en las guaridas de las aldeas: En los escondrijos mata al inocente: Sus ojos están acechando al pobre. Acecha en oculto, como el león desde su cama: Acecha para arrebatar al pobre: Arrebata al pobre trayéndolo á su red. Encógese, agáchase, Y caen en sus fuerzas muchos desdichados....
¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces á ti á causa de la violencia, y no salvarás?
Ay del que pleitea con su Hacedor! el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: Qué haces; ó tu obra: No tiene manos? Ay del que dice al padre: ¿Por qué engendraste? y á la mujer: ¿Por qué pariste? Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. Yo hice la tierra, y crié sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y á todo su ejército mandé.
Masquil de Asaph. ¿POR qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué ha humeado tu furor contra las ovejas de tu dehesa? Acuérdate de tu congregación, que adquiriste de antiguo, Cuando redimiste la vara de tu heredad; Este monte de Sión, donde has habitado. Levanta tus pies á los asolamientos eternos: A todo enemigo que ha hecho mal en el santuario. Tus enemigos han bramado en medio de tus sinagogas: Han puesto sus divisas por señas. Cualquiera se hacía famoso según que había levantado El hacha sobre los gruesos maderos. Y ahora con hachas y martillos Han quebrado todas sus entalladuras. Han puesto á fuego tus santuarios, Han profanado el tabernáculo de tu nombre echándolo á tierra. Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; Han quemado todas las sinagogas de Dios en el tierra. No vemos ya nuestras señales: No hay más profeta; Ni con nosotros hay quien sepa hasta cuándo. ¿Hasta cuándo, oh Dios, el angustiador nos afrentará? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?...
Ahora vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara á cara: ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido.
Mas yo, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los insensatos, Viendo la prosperidad de los impíos. Porque no hay ataduras para su muerte; Antes su fortaleza está entera. No están ellos en el trabajo humano; Ni son azotados con los otros hombres.