Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, Envidias, homicidios, borracheras, banqueteos, y cosas semejantes á éstas: de las cuales os denuncio, como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio.
Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles á que permaneciesen en la fe, y que es menester que por muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados. En un momento, en un abrir de ojo, á la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.
De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.