Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse:
El camino del necio es derecho en su opinión: Mas el que obedece al consejo es sabio.
Cesa, hijo mío, de oir la enseñanza Que induce á divagar de las razones de sabiduría.
El que responde palabra antes de oir, Le es fatuidad y oprobio.
HIJO mío, está atento á mi sabiduría, Y á mi inteligencia inclina tu oído; Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia. Porque los labios de la extraña destilan miel, Y su paladar es más blando que el aceite; Mas su fin es amargo como el ajenjo, Agudo como cuchillo de dos filos. Sus pies descienden á la muerte; Sus pasos sustentan el sepulcro: Sus caminos son instables; no los conocerás, Si no considerares el camino de vida. Ahora pues, hijos, oidme, Y no os apartéis de las razones de mi boca. Aleja de ella tu camino, Y no te acerques á la puerta de su casa; Porque no des á los extraños tu honor, Y tus años á cruel; Porque no se harten los extraños de tu fuerza, Y tus trabajos estén en casa del extraño;...
Cuando faltaren las industrias, caerá el pueblo: Mas en la multitud de consejeros hay salud.
Aun el necio cuando calla, es contado por sabio: El que cierra sus labios es entendido.
No toma placer el necio en la inteligencia, Sino en lo que su corazón se descubre.
En las muchas palabras no falta pecado: Mas el que refrena sus labios es prudente.
El que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias.
Haciendo estar atento tu oído á la sabiduría; Si inclinares tu corazón á la prudencia;