Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, Envidias, homicidios, borracheras, banqueteos, y cosas semejantes á éstas: de las cuales os denuncio, como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Huid la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hiciere, fuera del cuerpo es; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
Honroso es en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; ùmas á los fornicarios y á los adúlteros juzgará Dios.
Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; Que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor; No con afecto de concupiscencia, como los Gentiles que no conocen á Dios:
Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Mas decía, que lo que del hombre sale, aquello contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; empero y á él y á ellas deshará Dios. Mas el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo:
Mas yo os digo, que el que repudiare á su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.
No os ha tomado tentación, sino humana: mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podeís llevar; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar.
Mas á los temerosos é incrédulos, á los abominables y homicidas, á los fornicarios y hechiceros, y á los idólatras, y á todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Oísteis que fué dicho: No adulterarás: Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Amortiguad, pues, vuestros miembros que están sobre la tierra: fornicación, inmundicia, molicie, mala concupiscencia, y avaricia, que es idolatría:
Pero fornicación y toda inmundicia, ó avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene á santos;
HIJO mío, está atento á mi sabiduría, Y á mi inteligencia inclina tu oído; Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia. Porque los labios de la extraña destilan miel, Y su paladar es más blando que el aceite; Mas su fin es amargo como el ajenjo, Agudo como cuchillo de dos filos. Sus pies descienden á la muerte; Sus pasos sustentan el sepulcro: Sus caminos son instables; no los conocerás, Si no considerares el camino de vida.
Mas á causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido.
HIJO mío, guarda mis razones, Y encierra contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos, y vivirás; Y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos á tus dedos; Escríbelos en la tabla de tu corazón. Di á la sabiduría: Tú eres mi hermana; Y á la inteligencia llama parienta: Para que te guarden de la mujer ajena, Y de la extraña que ablanda sus palabras. Porque mirando yo por la ventana de mi casa, Por mi celosía, Vi entre los simples, Consideré entre los jóvenes, Un mancebo falto de entendimiento, El cual pasaba por la calle, junto á la esquina de aquella, E iba camino de su casa, A la tarde del día, ya que oscurecía, En la oscuridad y tiniebla de la noche. Y he aquí, una mujer que le sale al encuentro Con atavío de ramera, astuta de corazón,...