Desea, y nada alcanza el alma del perezoso: Mas el alma de los diligentes será engordada.
Y todo lo que hagáis, hacedlo de ánimo, como al Señor, y no á los hombres;
Porque aun estando con vosotros, os denunciábamos esto: Que si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma.
La mano negligente hace pobre: Mas la mano de los diligentes enriquece.
También el que es negligente en su obra Es hermano del hombre disipador.
Y si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor que un infiel.
El deseo del perezoso le mata, Porque sus manos no quieren trabajar.
Pasé junto á la heredad del hombre perezoso, Y junto á la viña del hombre falto de entendimiento; Y he aquí que por toda ella habían ya crecido espinas, Ortigas habían ya cubierto su haz, Y su cerca de piedra estaba ya destruída. Y yo miré, y púse lo en mi corazón: Vi lo, y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; Así vendrá como caminante tu necesidad, Y tu pobreza como hombre de escudo.
El perezoso no ara á causa del invierno; Pedirá pues en la siega, y no hallará.
No ames el sueño, porque no te empobrezcas; Abre tus ojos, y te hartarás de pan.
La pereza hace caer en sueño; Y el alma negligente hambreará.
Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.
Ve á la hormiga, oh perezoso Mira sus caminos, y sé sabio;
La mano de los diligentes se enseñoreará: Mas la negligencia será tributaria.
Dice el perezoso: El león está en el camino; El león está en las calles. Las puertas se revuelven en sus quicios: Así el perezoso en su cama. Esconde el perezoso su mano en el seno; Cánsase de tornarla á su boca. A su ver es el perezoso más sabio Que siete que le den consejo.
Porque oímos que andan algunos entre vosotros fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear. Y á los tales requerimos y rogamos por nuestro Señor Jesucristo, que, trabajando con reposo, coman su pan.
Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros mismos.
En toda labor hay fruto: Mas la palabra de los labios solamente empobrece.
Y de hacer bien y de la comunicación no os olvidéis: porque de tales sacrificios se agrada Dios.
El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace.
Procura con diligencia presentarte á Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.