Clamaron los justos, y Jehová oyó, Y librólos de todas sus angustias. Cercano está Jehová á los quebrantados de corazón; Y salvará á los contritos de espíritu. Muchos son los males del justo; Mas de todos ellos lo librará Jehová. El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado.
Si el mundo os aborrece, sabed que á mí me aborreció antes que á vosotros.
Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada cierto de los hombres, empero elegida de Dios, preciosa,
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.
Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Jehová con todo me recogerá.
Porque no dejará Jehová su pueblo, Ni desamparará su heredad;
Porque tú poseiste mis riñones; Cubrísteme en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras: Estoy maravillado, Y mi alma lo conoce mucho.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fué menospreciado, y no lo estimamos.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
La piedra que desecharon los edificadores, Ha venido á ser cabeza del ángulo.
Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros.
El que á vosotros oye, á mí oye; y el que á vosotros desecha, á mí desecha; y el que á mí desecha, desecha al que me envió.
¿Pues qué diremos á esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?
AHORA pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme á la carne, mas conforme al espíritu.
Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore:
No penséis que he venido para meter paz en la tierra: no he venido para meter paz, sino espada.
Venid, oid todos los que teméis á Dios, Y contaré lo que ha hecho á mi alma. A él clamé con mi boca, Y ensalzado fué con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado á la iniquidad, El Señor no me oyera. Mas ciertamente me oyó Dios; Antendió á la voz de mi súplica. Bendito Dios, Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.