Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella,
LA blanda respuesta quita la ira: Mas la palabra áspera hace subir el furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría: Mas la boca de los necios hablará sandeces. Los ojos de Jehová están en todo lugar, Mirando á los malos y á los buenos. La sana lengua es árbol de vida: Mas la perversidad en ella es quebrantamiento de espíritu. El necio menosprecia el consejo de su padre: Mas el que guarda la corrección, vendrá á ser cuerdo. En la casa del justo hay gran provisión; Empero turbación en las ganancias del impío. Los labios de los sabios esparcen sabiduría: Mas no así el corazón de los necios. El sacrificio de los impíos es abominación á Jehová: Mas la oración de los rectos es su gozo. Abominación es á Jehová el camino del impío: Mas él ama al que sigue justicia. La reconvención es molesta al que deja el camino: Y el que aborreciere la corrección, morirá....
Maridos, amad á vuestras mujeres, y no seáis desapacibles con ellas.
Pero si el infiel se aparta, apártese: que no es el hermano ó la hermana sujeto á servidumbre en semejante caso; antes á paz nos llamó Dios.
Mejor es vivir en un rincón de zaquizamí. Que con la mujer rencillosa en espaciosa casa.
Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.
El Espíritu del Señor es sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas á los pobres: Me ha enviado para sanar á los quebrantados de corazón; Para pregonar á los cautivos libertad, Y á los ciegos vista; Para poner en libertad á los quebrantados: Para predicar el año agradable del Señor.
Y si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor que un infiel.
Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado á tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo uno ó dos, para que en boca de dos ó de tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere á ellos, dilo á la iglesia: y si no oyere á la iglesia, tenle por étnico y publicano.
No te entrometas con el iracundo, Ni te acompañes con el hombre de enojos; Porque no aprendas sus maneras, Y tomes lazo para tu alma.
Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una mujer, solícito, templado, compuesto, hospedador, apto para enseñar;
CUANTO á las cosas de que me escribisteis, bien es al hombre no tocar mujer. Mas á causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido. El marido pague á la mujer la debida benevolencia; y asimismo la mujer al marido. La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido: é igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer. No os defraudéis el uno al otro, á no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en la oración: y volved á juntaros en uno, porque no os tiente Satanás á causa de vuestra incontinencia. Mas esto digo por permisión, no por mandamiento. Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo: empero cada uno tiene su propio don de Dios; uno á la verdad así, y otro así. Digo pues á los solteros y á las viudas, que bueno les es si se quedaren como yo. Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor es casarse que quemarse. Mas á los que están juntos en matrimonio, denuncio, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se aparte del marido;...
LA blanda respuesta quita la ira: Mas la palabra áspera hace subir el furor.
Que á nadie infamen, que no sean pendencieros, sino modestos, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.