30Respondió aquel hombre, y díjoles: Por cierto, maravillosa cosa es ésta, que vosotros no sabéis de dónde sea, y á mí me abrió los ojos. 31Y sabemos que Dios no oye á los pecadores: mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, á éste oye. 32Desde el siglo no fué oído, que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. 33Si éste no fuera de Dios, no pudiera hacer nada.