Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo á sí mismo, según el puro afecto de su voluntad,
Para que redimiese á los que estaban debajo de la ley, á fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre. Así que ya no eres más siervo, sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por Cristo.
Y cualquiera que recibiere á un tal niño en mi nombre, á mí recibe.
Quiere decir: No los que son hijos de la carne, éstos son los hijos de Dios; mas los que son hijos de la promesa, son contados en la generación.
Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre:
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor; mas habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre. Porque el mismo Espíritu da testimonio á nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos de Cristo; si empero padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Porque tengo por cierto que lo que en este tiempo se padece, no es de comparar con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada. Porque el continuo anhelar de las criaturas espera la manifestación de los hijos de Dios.
MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce á él.
Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes á él, porque le veremos como él es.
Y había criado á Hadassa, que es Esther, hija de su tío, porque no tenía padre ni madre; y era moza de hermosa forma y de buen parecer; y como su padre y su madre murieron, Mardochêo la había tomado por hija suya.
Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Jehová con todo me recogerá.
Mas siendo puesto al peligro, la hija de Faraón le tomó, y le crió como á hijo suyo.
Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios.
Y no sólo ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es á saber, la redención de nuestro cuerpo.