Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse:
Escucha el consejo, y recibe la corrección, Para que seas sabio en tu vejez.
El que responde palabra antes de oir, Le es fatuidad y oprobio.
Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, Es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.
Haciendo estar atento tu oído á la sabiduría; Si inclinares tu corazón á la prudencia;
Cesa, hijo mío, de oir la enseñanza Que induce á divagar de las razones de sabiduría.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias. Al que venciere, daré á comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
Mas el que me oyere, habitará confiadamente, Y vivirá reposado, sin temor de mal.
El que tiene oídos para oir, oiga.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre. Así que ya no eres más siervo, sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por Cristo. Antes, en otro tiempo, no conociendo á Dios, servíais á los que por naturaleza no son dioses: Mas ahora, habiendo conocido á Dios, ó más bien, siendo conocidos de Dios, ¿cómo os volvéis de nuevo á los flacos y pobres rudimentos, en los cuales queréis volver á servir?
El que es de Dios, las palabras de Dios oye: por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
Y dijeron á Moisés: Habla tú con nosotros, que nosotros oiremos; mas no hable Dios con nosotros, porque no muramos.
Por lo cual, también nosotros damos gracias á Dios sin cesar, de que habiendo recibido la palabra de Dios que oísteis de nosotros, recibisteis no palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, el cual obra en vosotros los que creísteis.