Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abriere vuestros sepulcros, y os sacare de vuestras sepulturas, pueblo mío.
Y aconteció después, que él iba á la ciudad que se llama Naín, é iban con él muchos de sus discípulos, y gran compañía. Y como llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera á un difunto, unigénito de su madre, la cual también era viuda: y había con ella grande compañía de la ciudad. Y como el Señor la vió, compadecióse de ella, y le dice: No llores. Y acercándose, tocó el féretro: y los que lo llevaban, pararon. Y dice: Mancebo, á ti digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó á hablar. Y dióle á su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban á Dios, diciendo: Que un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y que Dios ha visitado á su pueblo. Y salió esta fama de él por toda Judea, y por toda la tierra de alrededor.
Y el día primero de la semana, juntos los discípulos á partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente: y alargó el discurso hasta la media noche. Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos. Y un mancebo llamado Eutichô que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado del sueño cayó del tercer piso abajo, y fué alzado muerto. Entonces descendió Pablo, y derribóse sobre él, y abrazándole, dijo: No os alborotéis, que su alma está en él. Después subiendo, y partiendo el pan, y gustando, habló largamente hasta el alba, y así partió. Y llevaron al mozo vivo, y fueron consolados no poco.
Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella.